SECCIONES

viernes, 12 de abril de 2024

Aclaración

Un buen amigo (y sacrificado lector de Abonico, tengo que añadir, pues me dice que lo lee todas las semanas), me pregunta que a qué viene ese título de «La caída de los dioses», el que adjudiqué al artículo de hace dos semanas en el blog.

Le respondo tratando de disculparme por no haberlo dejado más claro —la verdad es que entonces no lo creí necesario—, y a continuación le digo que tal enunciado se refiere a la caída «en desgracia» de personajes que uno tiene idealizados positivamente en su cabeza, como subidos a un pedestal, cual si fueran dioses, y que, debido a su comportamiento (bien sea por lo que dicen, bien por lo que hacen, bien por cómo viven…) caen —los bajas, mejor dicho— de ese pedestal en el que los tienes.

Y le aclaro a mi amigo que Rafael Nadal ya había perdido puntos en mi valoración por prestarse a protagonizar anuncios publicitarios que, pienso, aumentan innecesariamente su ya gran fortuna —qué falta le hace, me digo—, pero que, por otro lado, y quiero pensar que a ojos de mucha gente, deteriora su imagen. Así que lo de aceptar el para mí poco honorable papel de embajador del tenis de Arabia Saudí (algo a lo que veo, más o menos, la misma finalidad que la publicitaria) ha sido la causa definitiva de la caída de su pedestal: para mí, claro, pues habrá mucha gente que no piense así.

 

viernes, 5 de abril de 2024

Cierto paralelismo

Parece cosa del caprichoso azar. Con muy pocos días de diferencia, cuatro concretamente, leo en la prensa dos artículos que comentan sendos libros, ambos novelas históricas, que llaman mucho mi atención, pues se desarrollan las dos en períodos de nuestra historia muy interesantes para mí.

Inmediatamente, tras la lectura de cada artículo, tomo nota del título del libro, de su autor y de la editorial que lo publica, para pedirlo en mi librería de costumbre —comercio local, como hago, siempre que puedo, desde hace ya bastantes años—, un pedido que ya he realizado.

Y ahora, animado por la nutritiva temática de cada novela, y esperando ampliar y mejorar el foco de luz de los períodos históricos tratados en sendas obras, aguardo su llegada para poder ponerme con su lectura.

La protagonista, en cada uno de los dos trabajos, es una mujer: una reina de nuestro país en tiempos históricamente muy importantes. La primera, Gala Placidia (ya sabía algo de ella por mis estudios y lecturas), fue nieta, hija y esposa de emperadores romanos, y también fue esposa del primer rey visigodo de la península, Ataulfo, el primero (el segundo si contamos a Alarico, pero, realmente, el primero en territorio peninsular) de una larga lista de más de treinta monarcas que —seguro que mucha gente todavía lo recordará— nos hacían aprender de niños en aquellos mis primeros tiempos de estudiante.

Y la otra, la protagonista de la segunda novela, Egilona (desconocida para mí hasta ahora), fue esposa del último rey visigodo —el Don Rodrigo tan nombrado en los versos de nuestro romancero—, y, posteriormente, también lo fue del primer valí de Al Andalus —el segundo, según la Wikipedia—: Abd al-Aziz, hijo de Musa Ibn Nusair, el famoso «moro Muza», en expresión coloquial muy usada popularmente aquí en nuestro país.


viernes, 29 de marzo de 2024

La caída de los dioses

Leyendo la prensa, me encuentro con frecuencia con ideas que, después, desarrollo y me ayudan a decir —mejor, con más facilidad— lo que pienso. En este caso es una cita de Michel de Montaigne, que obtuve de Íñigo Domínguez («Nadal entusiasmado de ser parte de eso», El País, 21-01-2024), una cita que afirma: «nadie está exento de decir necedades, el mal está en decirlas con pompa»; y esto lo traía a cuento el periodista por unas declaraciones de Rafael Nadal, que, recientemente entonces, había sido nombrado embajador del tenis de Arabia Saudí, un país que no respeta los derechos humanos, pero al que el tenista había elogiado desde su alta tribuna. Supongo que para eso le pagan.

 

viernes, 22 de marzo de 2024

De plástico

De precio asequible, las flautas de pico fabricadas en material de plástico (ligero, resistente, barato…) apenas necesitan cuidados, y menos aún tratamiento especial alguno, pues basta con que muy de vez en cuando se las someta a un baño, a una puesta en remojo en agua jabonosa templada, para procurarles un buen mantenimiento y conservación. Y, además, y esto es lo más importante en un instrumento musical, su sonido es bueno: son instrumentos que suenan aceptablemente bien, tanto en lo referente a su timbre, como a su afinación, algo muy a tener en cuenta, por lo que hay que elegir con sumo cuidado.

Lo último que conozco en este campo son unos ejemplares hechos en plástico de procedencia vegetal, ecológico, que, además, y es lo más importante, suenan muy bien.

Por todo ello (por su precio, por su facilidad de mantenimiento, por su calidad sonora...) resultan ideales para el estudio cotidiano, perfectas para unas cuantas o muchas horas diarias de trabajo con ellas, sin tener que preocuparte de secar bien el exceso de humedad tras cada sesión, ni de impregnar de aceite su interior de vez en cuando, ni de vigilar sus juntas de ensamblaje…, tal y como hay que hacer con las de madera.

A cambio —todo no va a ser ventajoso—, debido a la condensación del aire en su canalillo de emisión (ocasionada por diferencias de temperatura, algo que ocurre sobre todo cuando esta es baja), este, el canal que conduce el aire desde la boca del flautista hasta el bisel del instrumento, se obtura con cierta facilidad y hace que su sonido se resienta, se apague, se vele.

En mis últimos años de estudio en el conservatorio, las marcas más extendidas, las más famosas en el ámbito académico, fueron Aulos, Zen-On, y Yamaha; de ellas, las dos últimas, eran tenidas por los expertos que conocí como las de mayor calidad, y, concretamente, la última (en los distintos tamaños por mí utilizados: soprano, alto, tenor y bajo) fue y sigue siendo mi favorita en términos absolutos.


viernes, 15 de marzo de 2024

500 pesetas al día

Me acuerdo de que, siendo un joven adolescente, tenía en mi horizonte, para cuando comenzara a trabajar, la meta de ganar quince mil pesetas mensuales. Entonces me parecía que quince mil pesetas al mes (un billete de quinientas pesetas cada día, redondeaba mi mente) era una cantidad muy respetable, quizás porque había leído en algún sitio —algo así permanece en mi recuerdo— que eso mismo era lo que ganaba entonces un marine estadounidense, cuando aquí en nuestro país un maestro de escuela (muchos todavía recordamos aquello de «pasar más hambre que un maestro de escuela») no llegaría, ni mucho menos, a la mitad.

Comparativamente, visto con ojos de ahora me parece una ridiculez, pues hoy esa cantidad de quince mil pesetas supondría unas ganancias —y redondeo de nuevo— de noventa euros mensuales —tres diarios—, muy alejadas, alejadísimas, de lo que le proporciona su pensión a aquel mismo maestro.


domingo, 10 de marzo de 2024

Ante ti

Es como el que, siendo muy comilón y teniendo mucha hambre, se encuentra ante una enorme mesa bien repleta de apetitosos manjares de todo tipo, pero es consciente de que dispone de un margen reducido, de un tiempo limitado para comer. Tiene unas enormes ganas, pero sabe que no puede con todo, y prefiere, en vez de saciarse insistiendo mucho en las viandas que conoce de antemano y que le parecen muy buenas, arriesgarse e ir probando un poco de cada plato para saborear así la máxima variedad de las mismas, aunque teniendo en cuenta lo que más le gusta, el hambre que tiene y el tiempo cada vez menor de que dispone. Y, eso sí, si alguno de los diversos platos de este gran menú degustación le gusta sobremanera, se entretiene, se recrea y profundiza más en él.

Bien, pues traslada esto ahora a lo que te queda por leer, a lo que te gustaría hacer al respecto, a la lectura que tienes por delante en tu cada vez más menguado resto de vida.


viernes, 1 de marzo de 2024

El peón

He leído hace poco, y me ha gustado mucho, El peón, de Paco Cerdà (Pepitas de calabaza, 2020), una obra de no ficción muy bien escrita en la que bajo el hilo conductor de la mítica partida de ajedrez disputada en 1962 entre Bobby Fischer y Arturo Pomar (sí, el que años antes había sido nuestro niño prodigio, llamado por los medios de comunicación «Arturito Pomar», y que aparecía fotografiado en  ellos con pantalones cortos), da un buen repaso a la vida española —y no solo a ella— de aquellos oscuros años de mi adolescencia, los de mis primeros cursos de bachillerato.

Arturo Pomar, el niño prodigio de posguerra que el NODO instrumentalizó hasta convertirlo en el icono popular de una España en blanco y negro para luego ser abandonado de manera cruel por el régimen de Franco, es el foco de atención del libro El peón, escrito por el periodista Paco Cerdà y publicado esta semana por la editorial Pepitas. La crónica, articulada en torno a los 77 movimientos de la legendaria partida que enfrentó a Pomar con el americano Bobby Fischer en Estocolmo durante el invierno de 1962, revisita las vidas de numerosos «peones» entregados a una causa en la España franquista o en los Estados Unidos de Kennedy de aquel convulso 1962. Pomar, como símbolo o “peón” del franquismo. Fischer, como “peón” de Washington durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética. (Redacción de La Vanguardia, 12-02-2020).

Arturo Pomar llegó a ser campeón de España siete veces —la primera en 1946, con 12 años—, y en 1962, el mismo año en que se enfrentó a Bobby Fischer, obtuvo la categoría de gran maestro internacional, la máxima calificación dentro del mundo del ajedrez.